Por: Osvaldo Burgos García, Mayo 2008
A mi hermano José Carlos,
quien me abrió los oídos a parte de la música que acá menciono
“Sólo queremos un chance a la paz”
John Lennon
El 16 de marzo de 2008, siete músicos fueron noticia en buena parte de los medios de comunicación del mundo. Los colombianos Juanes y Carlos Vives, el venezolano Ricardo Montaner, los españoles Alejandro Sanz y Miguel Bosé, el ecuatoriano Juan Fernando Velasco y el dominicano Juan Luis Guerra se dieron cita en el Puente Internacional Simón Bolívar, para dar un concierto por la paz.
El evento fue organizado por Juanes, como una iniciativa de unión entre los pueblos de Colombia, Ecuador y Venezuela frente a la creciente tensión generada por la incursión del ejército colombiano dentro del territorio ecuatoriano al bombardear el día primero de marzo una columna de las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” (FARC), lo cual trajo como saldo la muerte de 17 guerrilleros colombianos, 4 estudiantes mexicanos y un ciudadano ecuatoriano. Entre los fallecidos se encontraba Raúl Reyes, el segundo líder más importante de ese grupo armado. Para brindar su apoyo formal a Ecuador y a las FARC, como respuesta a esa acción militar, el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien venía fungiendo con tropiezos desde 2007 como facilitador internacional para la liberación de rehenes secuestrados por el grupo guerrillero, públicamente, a través de su programa de televisión dominical, mandó a retirar todo el personal diplomático de la embajada venezolana en Bogotá y le pidió a su Ministro de la Defensa que movilizara 10 batallones a la frontera colombo-venezolana.
Luego de dimes y diretes por parte de los tres gobiernos, una semana después, gracias a la intervención de Leonel Fernández, presidente de República Dominicana, los presidentes de Colombia, Ecuador y Venezuela se daban la mano en la XX Cumbre del Grupo de Río en Santo Domingo. Además, el mismo día el cantante Juanes anunciaba públicamente su intención de hacer el concierto en el puente Simón Bolívar que une a Venezuela con Colombia. Pocos días después del anuncio, cerca de 300.000 personas provenientes tanto de Colombia como de Venezuela tuvieron la oportunidad de asistir a un histórico concierto con figuras de los tres países involucrados en el conflicto, además de España y la República Dominicana, donde en palabras del propio Juanes, mostraban “que somos hermanos y que rechazamos todo tipo de violencia para levantar una sola bandera, la de la paz” (El Universal, 12-03-2008).
En un mundo donde las comunicaciones satelitales son instantáneas, donde la red internet entreteje las ideas que surcan de un rincón a otro de la tierra, donde los presidentes dan órdenes para movilizar tropas “en directo” a través de la televisión, y los músicos se manifiestan políticamente con enorme cobertura mediática, las guerras no sólo se libran en el territorio geográfico.
El territorio de la opinión pública
La película norteamericana de 1997 “Wak the Dog”, dirigida por Barry Levinson, muestra a un presidente de los Estados Unidos que está por enfrentarse a un proceso de reelección y justo una semana antes de los comicios es denunciado por abuso sexual a una menor. Sus asesores comunicacionales contratan a un productor cinematográfico de Hollywood para simular ante la prensa una guerra ficticia en Albania y de esta manera que se olvidara por unos días el tema del abuso sexual de la agenda de los medios de comunicación social. En un momento de la película, aparece en las noticias que “la crisis de Albania ha sido superada y por tanto reina la paz”. Decepcionado porque el giro informativo resultaba inconveniente para sus fines, uno de los asesores presidenciales dice resignado “ya no tenemos nada que hacer, el conflicto terminó. Lo vi en televisión”. El productor cinematográfico dice “No. Toda guerra tiene su héroe” e inventan una historia sobre un soldado que fue capturado por el enemigo para de esta manera lograr una vez más que los medios desvíen su atención del escándalo sexual. Este ejemplo definitivamente satírico, es un reflejo de cómo hoy en día muchas guerras se libran en el territorio de la opinión pública. Toda persona o grupo que ostente alguna cuota de poder, quiere mantenerlo o hacer que sea mayor y en un mundo globalizado como el de hoy, esto sólo es posible gracias a la palestra pública que ofrecen, queramos o no, los medios de masas.
Los medios se convierten entonces en un crisol de ideologías donde los intereses personales y grupales van y vienen mientras muchas fuerzas diferentes están tratando de lograr su propia hegemonía, algunas de esas fuerzas están conformadas por, o cuentan con, sus propios medios. Mientras tanto, en la audiencia, que no es nada pasiva, cada sujeto está tratando de mantener su propia identidad a la vez que comparte con los demás los innumerables temas a los que se expone a diario a través de la radio, la televisión, la prensa o el internet, moldeándose las conciencias colectivas e individuales y dibujando y redibujando los espacios culturales.
James Lull (1997: 234) establece la ideología como “sistema de ideas expresado en la comunicación”. El planteamiento es que en todo intercambio comunicacional subyace un contenido ideológico, un sistema de ideas que se fundamenta en los valores del emisor del mensaje, sea una persona o grupo, y lo define como un actor social. Dicho sistema de ideas no necesariamente tiene que ver con una doctrina económico-política (capitalismo o socialismo) aunque cuando se habla de ideología capitalista o socialista “se está llamando la atención hacia los valores y las prácticas del capitalismo y del socialismo como esquemas políticos, económicos y culturales más bien construidos y representados que naturales y evidentes por sí mismos» (Lull, 1997: 21). Por su parte, la conciencia es definida por este mismo autor como «la esencia o la totalidad de las actitudes, opiniones y sensibilidades defendidas por individuos o grupos” (Lull, 1997: 230).
En lo que se refiere a hegemonía, el mismo Lull la define como el “proceso mediante el cual se transmite la ideología dominante, se forma la conciencia y se ejerce el poder social” (1997: 233). Al respecto, el autor complementa diciendo que “la hegemonía depende menos de la manipulación directa de las personas contra sus propios intereses que del hecho de que los actores sociales acepten como normal su estatus de subordinado”.
Entonces, partiendo del contexto donde múltiples fuerzas de poder están diseminando sus sistemas de ideas a través de los medios de comunicación social, tratando de que estas logren un lugar de privilegio en las conciencias de sus audiencias y así lograr la hegemonía, dichos medios se convierten en agentes de mediación tecnológica, mientras que los individuos que conforman la audiencia permanentemente están contrastando entre sí el contenido recibido a través de los medios, generándose entonces un proceso de mediación tanto tecnológica como social (Lull, 1997: 23). En Martín-Barbero (1987:203) se plantean las mediaciones como «las articulaciones entre prácticas de comunicación y movimientos sociales» así como diferentes temporalidades y pluralidad de matrices culturales.
Comunicación para la Paz
La investigadora Clemencia Rodríguez (2004), de la Universidad de Oklahoma, partiendo de sus análisis dentro de los conflictos en Colombia, establece dos visiones diferentes en lo que se refiere a la comunicación para promover una cultura de paz: por una parte el enfoque “epidemiológico” y por otra parte el de “tejido social”. Según ella, el primero “concibe las situaciones de violencia social y política como resultado de una «enfermedad» que afecta a una comunidad específica, en un momento dado” (Rodríguez, 2004: 1). Partiendo de allí, las campañas de comunicación para la paz se elaboran como una suerte de vacuna, emitiendo mensajes pre-elaborados con los que se busca lograr un cambio actitudinal en las personas de la comunidad cuya postura inicial representa un posible foco de violencia. Los mensajes entonces parten de “comportamientos deseables” fijados por expertos que buscan establecer modelos a seguir, para lo que comúnmente suelen trabajar dentro de una estructura de edu-entretenimiento.
El enfoque del tejido social en cambio, asume la violencia como producto de un sinnúmero de factores, entre los que se encuentran la débil presencia del Estado, la distribución poco equitativa de los recursos, la corrupción de los funcionarios públicos, la impunidad y la presencia de economías ilegales como el narcotráfico. “Todos estos factores, actuando conjuntamente, erosionan el tejido social y normalizan una cultura individualista, de desconfianza en la ley, miedo y aislamiento, exclusión de las diferencias y falta de solidaridad entre los individuos” (Rodríguez, 2004: 2). Partiendo de ese contexto, surgen iniciativas que buscan la reconstrucción del tejido social propiciando espacios de comunicación colectiva donde los individuos puedan alcanzar metas en conjunto bajo una perspectiva de solidaridad y respeto mutuo.
De estas dos posturas, según Rodríguez es la segunda la que puede traer mejores resultados dentro de una comunidad pero dichos resultados se logran a largo plazo, ya que el cambio de actitud se logra mediante un proceso vivencial y no bajo una perspectiva de manipulación de la conducta. Vale la pena en este caso citar a Lull:
«Ninguna persona individual, ni grupo social, ni institución transmite una ideología de un modo tan atractivo y continuo como lo hacen los medios de comunicación masiva. Con todo, a pesar de ese asombroso poder, las personas no se dejan influir irreflexivamente por las representaciones mediáticas de las posiciones políticas, de los anuncios publicitarios u otras esferas ideológicas. En última instancia, en ningún contexto político, económico y cultural los sistemas de imagen ideacionales y mediacionales son unidades perfectas ni las personas son tontos imitadores. En ningún caso la conciencia individual y la conciencia colectiva son simplemente un producto de la representación ideológica o de la influencia tecnológica» (Lull, 1997: 50).
Así, el enfoque “epidemiológico” puede lograr resultados solo en aquellos casos donde existe de antemano una propensión por parte del target de las campañas a cambiar la actitud. De lo contrario, este camino se hace muy cuesta arriba para lograr cambios profundos y por ende duraderos.
La Música como forma de Comunicación
Así como el hombre es un ser social, gregario por naturaleza, también es musical. Desde los albores de la humanidad la música nos ha acompañado en nuestras alegrías y tristezas, en nuestras oraciones y en el trabajo. Ya sea de forma individual o de forma colectiva, la especie humana ha contado siempre con una banda sonora que le ha servido para la cohesión grupal o para expresar desacuerdos, para expresar sentimientos… en fin, para expresar y asumir su conciencia particular o social. De esta manera, la música juega un rol preponderante dentro de nuestras vidas.
“La música está en el corazón mismo del proceso intercultural de unir a las personas. Desde los primeros días de la humanidad, las actividades musicales han sido desarrolladas como herramientas para el entrenamiento y el desarrollo de la capacidad humana para la comunicación, la interacción social y la interacción democrática en todos los niveles. El secreto de esta inusual capacidad de un medio artístico descansa en la innata y universal musicalidad del hombre” (Skyllstad, 2004:4).
La música está llena de significados. Por una parte, está lo que el músico quiere expresar cuando la crea. Si se trata de una canción, por ejemplo, la letra tendrá un significado explicito por lo que el contenido de la pieza será interpretado más o menos de forma similar por cada persona que la escuche. Sin embargo, el uso de esa canción como producto cultural establecerá otros significados diferentes dependiendo de las vivencias y experiencias personales o grupales que cada persona haya tenido con esa canción. De este modo la carga simbólica de la pieza no se encuentra sólo en lo que el músico pretendió expresar al crearla sino también en la experiencia individual o colectiva de aquel que la escucha.
Al respecto indica Cook (2001: 104): “… el contenido real de la música –la disposición de los puntos en la página– no sólo refleja, sino también contribuye a la naturaleza de la sociedad, al modo en que las personas se relacionan entre sí”. Como un ejemplo especial de esta afirmación, Cook utiliza el himno nacional de Suráfrica después del fin del Apartheid, “Nkosi Sikelel’i Africa”. Según ese autor, esta canción fue cantada por muchos años como un acto de rebeldía en contra del régimen segregacionista y “ahora resuena con las esperanzas y aspiraciones, y los temores, de los nuevos sudafricanos y sus simpatizantes en el mundo” (Cook, 2001:104).
La canción, al escucharla, nos hace pensar en Sudáfrica, pero también, continuando con el ejemplo de Cook (2001), posee un significado que surge del acto de interpretarla. “Por medio de su construcción armónica, semejante a una sucesión de bloques, y su fraseo regular, “Nkosi Sikelel’i Africa” crea una sensación de dependencia mutua, sin que ninguna parte vocal predomine sobre el resto” (Cook, 2001: 105).
“Estamos […] en el punto de contacto entre las tradiciones europeas de la armonía “convencional” y las tradiciones africanas de canto comunitario, lo que le otorga un carácter global que resulta absolutamente adecuado para las aspiraciones de la nueva Sudáfrica. De todos estos modos, “Nkosi Sikelel’i Africa” va mucho más allá de representar simplemente la nueva Sudáfrica. Valiéndose de la música para moldear la identidad personal, “Nkosi Sikelel’i Africa” contribuye activamente a la construcción de la comunidad que es la nueva Sudáfrica. En este sentido, cantarlo es un acto político” (Cook, 2001: 105).
En 1987, Paul Simon cerró su concierto en Zimbabue
a favor de la apertura étnica en Sudáfrica
cantando “Nkosi Sikelel’i Africa
La música es entonces una forma simbólica de comunicación (Lewis, 1992: 134). Así, vemos como toda pareja tiene su canción de amor, hay personas que, sin ser necesariamente músicos, dicen que tienen “su” canción, cuando salimos de viaje en ocasiones ocurre que tenemos una “canción del viaje” y cada causa tiene su himno.
Lewis (1992) plantea que la música puede ser un grito de guerra, un lema, una forma de protesta alrededor de la cual podemos reunirnos para manifestar una injusticia social, puede fungir también como una placa de identidad, una forma de mostrarle a los demás o a nosotros mismos a qué grupos pertenecemos o aspiramos pertenecer. En concreto, Lewis (1992: 135) plantea que la música es un sistema ordenado de significados y un conjunto de símbolos para la participación en la interacción social.
De este modo, es posible usar la música, premeditadamente o no, como un elemento de cohesión grupal. La música sirve como catalizador para la diseminación de ideas y de esta manera, se ha usado en múltiples ocasiones como propagadora de ideas de paz.
Así, además del ejemplo planteado al inicio de este artículo, podemos mencionar algunos otros:
- El proceso de protestas desarrollado en los Estados Unidos en contra de la Guerra de Vietnam a finales de la década de los 60 y principios de la de los 70, que tuvo como uno de sus momentos más expresivos el megaconcierto de Woodstock, el cual aunque fue organizado por empresarios con fines de lucro, terminó convirtiéndose en el ícono más representativo de la contracultura hippie.
«Give Peace a Chance» de John Lennon,se convirtió en un himno para los jóvenes manifestando en contra de la Guerra de Vietnam en todo el mundo y todavía hoy se canta en protestas por la paz
- En 1978 Jamaica se encontraba en una situación de fuertes conflictos políticos. Múltiples hechos sangrientos habían ocurrido desde el año anterior en medio de la campaña por elecciones adelantadas. Para promover la paz, el 22 de abril varios músicos entre los que estaba Bob Marley ofrecieron un concierto en el Estadio Nacional de Kingston al que asistieron el Primer Ministro Michael Manley del Partido Nacional del Pueblo y su principal opositor, Edward Seaga, del Partido Laborista de Jamaica. En el momento más eufórico de la canción «Jammin», Marley, improvisando al cantar, persuadió a los dos líderes para que subieran al escenario y se dieran la mano.
1978: Bob Marley persuade al Primer Ministro de Jamaica y al principal líder opositor a que se den la mano en un gesto de paz - En 1985, a raíz de la hambruna que se había desatado en algunas regiones de África, dos iniciativas musicales surgieron para tratar de ayudar a las víctimas de ese continente. Por una parte, “USA for Africa”, una reunión de 45 de los más reconocidos cantantes o músicos en los Estados Unidos, grabaron el tema “We are the world” y por la otra Live Aid, un multitudinario concierto que tuvo lugar en Londres y Philadelphia de manera simultánea. Los fondos de ambas iniciativas fueron destinados al envío de alimentos y medicinas a las víctimas de las hambruna.
USA for Africa: We are the world
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Paul Simon, en 1986 grabó parte del disco Graceland en Suráfrica usando músicos africanos y estadounidenses. Tanto ese álbum, como el posterior concierto realizado en Zimbabue se convirtieron en elementos de gran presión en todo el mundo contra el sistema de segregación racial surafricano conocido como Apartheid. La grabación ganó el premio Grammy como álbum del año. Entre tanto, músicos de todo el mundo estaban publicando canciones de apoyo a la causa antiapartheid. El salsero panameño Rubén Blades grabó en 1985 la canción “Muévete” donde explícitamente hacía un llamado en contra del Apartheid y del racismo.
Rubén Blades: Muévete
- De forma más reciente, entre 2005 y 2006 el músico Irlandés Bono, de la banda U2, durante el “Vertigo Tour” ha hecho llamamientos al público para presionar a los líderes del mundo para acabar con la pobreza extrema, creando mecanismos de mensajes telefónicos para ganar adeptos a esa causa. El llamamiento, que solía hacerlo antes de la canción «One» quedó grabado en el DVD del concierto en Chicago que salió a la venta posteriormente. Los mismos organizadores de Live Aid, han organizado otros conciertos llamados “Live 8”, buscando presionar a los líderes del Grupo de los Ocho para que asuman la Pobreza Crítica en el mundo como un problema prioritario.
En un concierto de U2, su vocalista Bono
invita a la audiencia a unirse en la causa
contra la pobreza extrema
Los ejemplos mencionados, son dramáticos. Forman parte del registro histórico de los últimos años. Y esto es así porque en mayor o menor medida, son eventos que han cambiado el curso de los hechos. El concierto de Woodstock y el posterior documental que se hizo sobre éste, se convirtieron en un símbolo palpable de las protestas que se desataron en esa época no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo en contra de la guerra. Canciones como “Give Peace a Chance” de John Lennon se convirtieron en himno de esas manifestaciones, el costo político para el gobierno norteamericano fue alto, contribuyendo a que en 1973 finalmente retiraran sus tropas de Vietnam. En Jamaica, después de aquella noche del 78, aunque sólo fuera por unos días, hubo paz. Muchas personas se interesaron sobre lo que ocurría en Suráfrica gracias a un contacto inicial con la música que estaba haciendo Simon. Hacia principios de los 90 la presión internacional fue tan grande que se tuvo que dar la esperada apertura étnica en ese país.
Estos pocos ejemplos (se podrían citar muchos más), por la prominencia de sus protagonistas y por el interés público que existe sobre los contextos de violencia o conflicto en que se dieron, afectan la esfera de lo macro social. El interés que se genera sobre estas iniciativas va mucho más allá de las personas afectadas. Sin embargo, cada día, en los más diversos rincones del planeta tierra, se van tejiendo iniciativas que buscan diseminar la cultura de paz partiendo de lo micro social.
Un ejemplo de estas iniciativas lo constituye el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. Recientemente laureada con el premio Príncipe de Asturias a las artes. Esta organización busca brindar una educación de alto nivel musical a niños y jóvenes pretendiendo incidir particularmente en aquellos de menores recursos socioeconómicos. Para ello, el sistema cuenta con sedes en cada Estado del país así como con orquestas sinfónicas municipales, estadales y una orquesta que agrupa a los mejores ejecutantes a nivel nacional. Según su fundador, José Antonio Abreu (2001: 113) “El establecimiento de sistemas nacionales para la educación en el arte y por el arte al alcance de las mayorías se impone día a día, con avasallante ímpetu como instrumento insuperable de organización social y desarrollo comunitario. Bajo tal perspectiva, educación artística equivale a educación modelo para una Cultura de Paz”. Mediante este tipo de manifestaciones, la paz no sólo se convierte en un mensaje sino que se construye en la cotidianidad del día a día:
«Para jóvenes y niños, hacer música juntos implica convivir entrañablemente en ambito de perfección y afán de excelencia. En rigurosa disciplina de concertación, sincronía y armónica interdependencia entre secciones, voces e instrumentos. Inconcebible por demás, el quehacer musical juvenil e infantil sin una actitud que no implique ardorosa entrega al descubrimiento, la comprensión y el dominio de la música. Un darse plenamente a la obra, un valorar con amor y con espíritu, pero también con mesura y severo control intelectual al compás, al ritmo del sonido en el tiempo. Es así como la comunidad orquestal alcanza aquel sublime y complejo equilibrio de valores, múltiple, dinámico y sutil que hace posible la incitante comunicación conceptual, emocional y social del mensaje sonoro. De esta manera constituyen las orquestas juveniles e infantiles vehículo idóneo para la iniciación certera y oportuna de jóvenes y niños en una vida social que es Cultura de Paz en la solidaria coexistencia. En un jubiloso y creador quehacer comunitario profundamente realizador de la personalidad y cuya maravillosa fecundidad opera simultáneamente en términos de capacitación, rescate y prevención. En el seno de toda orquesta o coro juvenil e infantil discurre aquella revolución social silenciosa que desde la más humilde condición conduce al joven hasta la cumbre del mensaje sinfónico» (Abreu, 2001: 113).
También en el ámbito de la música académica, el pianista y director musical israelí Daniel Barenboim, junto a su amigo el escritor palestino Edward Said, le dieron luz en 1999 a la West‑East Divan Orchestra. Una agrupación educativa que busca la convivencia de músicos del Medio Oriente, tanto judíos como musulmanes, en un clima de concordia para su perfeccionamiento musical y, en el camino, para aprender sobre tolerancia. Inicialmente, esta experiencia educativa, que se lleva a cabo cada verano, estuvo itinerando entre Alemania y los Estados Unidos y desde 2004 tiene su sede fija en la ciudad de Sevilla.
Tanto Barenboim como Said recibieron en 2002 el Premio Príncipe de Asturias a la concordia porque en palabras del jurado “con independencia de su destacada proyección artística e intelectual, realizan una generosa y encomiable tarea a favor de la convivencia y de la paz, simbolizada en la colaboración de jóvenes músicos que, superando antagonismos históricos, fomenta el diálogo y la reflexión” (Fundación Príncipe de Asturias, 2002).
En los talleres de la West-East Divan Orchestra participan jóvenes músicos de culturas profundamente antagónicas. Y el gran logro es encontrar estudiantes de países como Egipto e Israel que terminan siendo grandes amigos a pesar de que sus padres pelearon unos contra los otros en la Guerra de los Seis Días. Dada la milenaria situación de conflicto presente en el Oriente Medio, particularmente durante los últimos 60 años, se hace difícil encontrar un hecho más representativo como manifestación por la paz, que ver a músicos judíos y musulmanes tocando en una misma orquesta, como camaradas, la Novena Sinfonía de Beethoven; si ellos pueden hacerlo, quiere decir que la paz en la región es posible.
Ejemplos como estos dos últimos que buscan favorecer una cultura de paz desde lo micro social, son una muestra de lo que Rodríguez (2004) llama iniciativas de comunicación para la reconstrucción del tejido social ya que propician espacios de comunicación colectiva donde los individuos alcanzan metas en conjunto bajo una perspectiva de solidaridad y respeto mutuo. Sin embargo, sin planteárselo originalmente de ese modo, ambas iniciativas se han convertido en campañas massmediáticas por la paz. Cada vez reciben más apoyo internacional de todo tipo, se han hecho documentales sobre ambas experiencias, las dos han recibido premios internacionales y su cobertura en los medios es cada vez mayor. Todo esto hace que logren sus fines de una mejor manera, gracias al empoderamiento.
Para cerrar
Por el simple hecho de ser humano cualquier persona que habite en nuestro planeta, tendría que actuar de forma permanente en la búsqueda de un mundo mejor para todos. Esa búsqueda debe darse en la casa, entre los amigos, entre los grupos en los cuales podemos incidir, entre nuestros alumnos, en la escuela de nuestros hijos. No hacerlo es actuar irresponsablemente. Aunque no se noten mayores cambios a nivel macro, sí se notarán en el nivel de lo cotidiano. Sin embargo, cuando se tiene la capacidad y el poder de llegar a muchas personas como en el caso de los actores o actrices o los líderes de cualquier tipo, la responsabilidad es mayor, porque ellos tienen la posibilidad de lograr cambios más palpables. Ahora bien, para un músico popular, hacerlo es perentorio porque además del reconocimiento público, cuenta con un código que representa el verdadero lenguaje universal de la humanidad, que puede ser utilizado como el instrumento de paz por excelencia.
De los ejemplos sobre música para la paz mencionados más arriba, se destaca que los que lograron mayor impacto social son aquellos donde existió una mayor participación de la gente, donde las personas que son víctimas de los conflictos pudieron expresarse de alguna u otra manera. Donde se abrieron vías de comunicación para la expresión pública de la ciudadanía.
Cuando esto ocurre, en mayor o en menor medida, el músico está propiciando un mecanismo de mediación que va en sentido ascendente permitiendo que los ciudadanos puedan expresar su descontento y su malestar frente a la toma de decisiones de algunos líderes o grupos. En estos casos vemos que es la ciudadanía la que está tratando de lograr que su postura ideológica permee sobre sus gobernantes o líderes. En el momento en que Bob Marley le pide a los dos líderes políticos de su nación que se den la mano, no es sólo Bob Marley quien lo hace, también lo hacen los asistentes al concierto y también lo están haciendo aquellos que aplauden a Bob Marley por haberlo hecho, aunque no estuvieron en el concierto y se enteraron por los medios.
El músico se convierte entonces en un vehículo de mediación. Al respaldar sus iniciativas, la ciudadanía no sólo se está expresando, sino que está tratando, de forma premeditada o no, cambiar las relaciones sociales.
Cuando músicos de diversas naciones se unen a otros de Colombia y Venezuela para cantar en la frontera que separa a los dos países que por la toma de decisiones de sus gobernantes están en situación de conflicto, están manifestando al mundo que no quieren una guerra, nadie canta con sus enemigos y mucho menos en una fiesta con 300 mil asistentes y millones más participando en vivo y en directo.
Desde tiempos ancestrales, pasando por Mozart con su Flauta Mágica y Beethoven que le puso a música a la Oda a la Alegría de Schiller para su magistral Novena Sinfonía, hasta John Lennon, Bob Marley, Sting, Ilan Chester y Rubén Blades, así como miles de trovadores conocidos o anónimos que siempre han existido en cada comunidad del planeta, el mensaje ha sido el mismo: un mundo es suficiente para todos. Lamentablemente, todavía quedan personas que no quieren escuchar. Entre tanto… ¡Que siga la música!
Referencias
- Abreu, J.A. (2001). Música para la paz. En Fundación de Cultura de Paz. El contrato global Encuentro Internacional sobre Cultura de Paz, Madrid, 11-13 diciembre 2000. Fundación Cultura de Paz, México. Tomado de Escola de Cultura de Pau: http://www.pangea.org/unescopau/img/programas/musica/07musica005e.pdf
- Cook, N. (1998) De Madonna al Canto Gregoriano. Una muy breve introducción a la música. Alianza Editorial, Madrid.
- El Universal (12-3-2008). Juanes y sus amigos cantarán el domingo en la frontera colombo-venezolana. Caracas. http://www.eluniversal.com/2008/03/11/til_ava_juanes-y-sus-amigos_11A1424079.shtml
- Fundación Príncipe de Asturias (2002). Acta del Jurado del Premio Príncipe de Asturias. Concordia 2002. Oviedo. http://www.fundacionprincipedeasturias.org/esp/04/premios/premios4_2002.html
- Lull, J (1997). Medios Comunicación, Cultura. Aproximación Global. Amorrortu Editores, Buenos Aires.
- Lewis, G.H. (1992). Who do you love. The dimensions of musical taste. En Lull, J. (ed.), Popular Music and Communication (2da ed). Sage Publications, California.
- Martín-Barbero (1987) De los medios a las mediaciones. Comunicación cultura y hegemonía (3ra ed). Ediciones G. Gili, México.
- Rodríguez, C (2004). Comunicación para la paz, enfoques encontrados. En Son de Tambora #88. La iniciativa de la Comunicación. http://www.comminit.com/la/drum_beat_88.html
- Skyllstad, Kjell (2004). Música y Mediación. Tomado de Escola de Cultura de Pau: http://www.pangea.org/unescopau/img/programas/musica/07musica009e.pdf