En Venezuela, cuando alguien habla de la necesidad de cambio, aquellos que apoyan al gobierno asumen automáticamente que esa persona quisiera volver a los tiempos que llaman de la Cuarta República.
Yo no quiero volver a la Cuarta porque, precisamente, la Quinta ha sido una prolongación histórica de esa época. La Quinta República ha tenido los peores vicios de los tiempos que le antecedieron. Es la Cuarta «corregida» y aumentada.
El clientelismo, tan criticado en otros tiempos, es la esencia de la Quinta. Los adecos daban bloques y planchas de zinc… Ahora, estos hacen el dakazo. El fin es el mismo, no hay diferencia… Bueno, sí la hay. Los actuales, mientras compran sus votos, destruyen uno que otro negocio, seguramente alguno hecho con dinero mal habido, pero otros de personas que se sudaron lo que tenían.
La corrupción, en otros tiempos tan criticada por la baja oficialidad en los cuarteles, y por muchos estudiantes desde Tierra de Nadie, la Plaza las Tres Gracias y la Puerta Tamanaco, es hoy el tuétano mismo de la Quinta. ¿Y adivinen entre quiénes, con acciones u omisiones, están los responsables?
Ellos dicen que antes reinaban el amiguísimo y el compadrazgo, que si a fulano le decían pimentón, porque estaba en todos los guisos y el otro estaba en la guanábana, verde por fuera y blanca por dentro. ¿Será que ahora se hacen concursos limpios para los cargos públicos y se permite la libertad de pensamiento a los funcionarios?
Se llenaban la boca, defendiendo la libertad de expresión y acusando cómo el diario El Nacional tuvo que terminar el período presidencial de Lusinchi con papel prestado por El Universal, porque no les aprobaban los dólares para la compra de materia prima. Ya va… esa barajita como que la tengo repetida.
Dicen que en tiempos pretéritos no se respetaban los derechos humanos. ¿Será que a las personas detenidas entre febrero y abril de 2014, por nombrar un ejemplo, los pusieron a jugar trompo y yoyo?
Dejen de hablar tanta paja… aquello fue malo, muy malo, pero esto lo superó un millón de veces y ningún ser humano pensante, que entienda sobre la necesidad de construir un país de ciudadanos, puede querer volver ni a la Cuarta ni a la Quinta.
Venezuela está urgida de ciudadanía y eso pasa por el reconocimiento de todos, mayorías y minorías, ciudadanos que entiendan que hay que trabajar duro y que el trabajo no solo representa un medio para su bienestar económico sino un aporte necesario para el desarrollo colectivo, ciudadanos que construyan y no un manganzón que especula con los productos o commodities en el bachaqueo o en la bolsa (da igual).
Hoy la mala acepción de «puntofijismo» está más vigente que nunca, entre los que «conducen» (o mal conducen) el destino de la patria.
¡Qué ruin el hombre que tuvo todo el poder en sus manos y no le enseñó a su pueblo lecciones de ciudadanía, convirtiendo a Venezuela en un reino de mendicantes!