Hoy decidimos pasear. Dejamos el carro en el CC Chacaíto, allí tomamos el metro hasta la Hoyada.
Nuestra caminata comenzó en la Esquina de Coliseo, a la salida del metro. Desde allí caminamos en dirección al oeste por la Av. Universidad hasta la Esquina de Traposos. El piso empedrado de la calle anunciaba nuestro primer destino al norte, la Casa Natal del Libertador. Entramos y vimos una a una todas las habitaciones, admirando los cuadros de Tito Salas y Arturo Michelena.
Para Sofía fue todo un descubrimiento la casona colonial, fresca gracias a sus techos altos, sin dejarse envolver por el calor reinante en la ciudad.
Acto seguido entramos al Museo Bolivariano, justo al lado. Hicimos también el recorrido de rigor, comprendiendo un poco más la sociedad colonial, viendo las armas de la época (la lanza del mismísimo Catire Páez).
Desde San Jacinto caminamos al oeste rumbo a la Plaza Bolívar. Allí intentamos saciar la sed. No había agua ni en las luncherías, ni en las panaderías, ni en los bares malamuertosos, así que tocó beber jugo de naranja de pote en la Esquina de Gradillas.
Desde allí subimos al norte rumbo al Panteón Nacional. Pasamos la Catedral, la Esquina de La Torre, y llegamos a la Esquina de Veroes en la Av. Urdaneta. Media cuadra más arriba llegamos a la Casa de las Primeras Letras del Libertador. Hicimos la visita y seguimos caminando al norte. Pasamos Jesuitas, Tienda Honda, pasamos bajo el Puente Trinidad y llegamos al Foro Libertador.
Sofía conoció la sede de la Biblioteca Nacional y llegamos al Panteón Nacional al cual, por cierto, le robaron todo su marco verde del Ávila y azul del cielo al construirle ese mamotreto blanco que le pusieron detrás. Al llegar a la meta, el Panteón estaba cerrado. Fue frustrante. Le dimos toda la vuelta al mamotreto blanco que por los lados es de hierro oxidado, pensando que tal vez ahora la entrada sería por el nuevo edificio. Finalmente encontramos a un empleado que amablemente nos pidió disculpas y nos explicó que el panteón estaba cerrado por obras de restauración.
No nos desanimamos. Comenzamos a bajar de regreso por la misma ruta. El sol hacía de las suyas y como era de esperar el jugo nos había dado más sed. Ninguna de las taguaras de la zona tenía agua, hasta que dimos con una señora amable que no solo tenía agua, sino que tenía Minalba. Nos acabamos la botella de litro y medio allí mismo y compramos otra para poder proseguir con la aventura.
Rumbo al sur volvimos a la Plaza Bolívar y entramos al Museo Sacro, al lado de la Catedral. Allí vimos los ornamentos litúrgicos usados en la Semana Santa desde tiempos de la colonia, estuvimos en la cripta donde reposan los restos de la familia de Simón Bolívar y conocimos el Osario donde en tiempos de la colonia guardaban los restos de las personas que retiraban del cementerio para abrir espacio para nuevos fallecidos.
Al salir, caminamos hacia la Esquina de Las Monjas y en el camino entramos al Concejo Municipal. ¡Qué belleza de edificio! Allí, en la capilla de Santa Rosa de Lima, vimos el Acta del 19 de Abril de 1810. En esa misma capilla se firmó el Acta de la Independencia un año más tarde, el 5 de julio y allí están algunas de las sillas originales usadas por los diputados representantes de las siete provincias que se reunieron en Congreso para crear nuestra Nación.
Salimos rumbo al oeste, pasamos por la Asamblea Nacional y llegamos a la Esquina de Padre Sierra. Pasamos Muñoz y en Solís tomamos rumbo al Sur hasta la Esquina de Marcos Parra. Allí tomamos a la derecha rumbo al Calvario.
Subimos los primeros 92 escalones dispuestos a llegar al punto más alto. El Calvario está muy bonito. Mucho mejor cuidado de lo que esperaba. Como muchas cosas, podría estar mucho mejor. Sin embargo, en verdad vale la pena visitarlo.
Subimos hasta el Monumento a Bolívar que está en la cima del parque e incluso, llegamos hasta el Gazebo que está detrás, ya en la frontera con el Barrio de Monte Piedad. En total fueron 334 escalones que subimos desde el Viaducto Nueva República hasta el pedestal de la Estatua de Bolívar. Hay además un parque infantil en muy buen estado donde Sofía disfrutó de los columpios, la rueda y demás atracciones.
Pasamos además por la Capilla de Nuestra Señora de Lourdes y el Arco de la Federación, el cual quería conocer desde hace mucho. En el camino, nos encontramos con monumentos en honor a Ezequiel Zamora, Cervantes, Teresa Carreño, José Francisco Bermúdez y el Cacique Guaicaipuro.
De allí bajamos a la Esquina de Marcos Parra para tomar el metro, sin embargo, como Sofi vio el Metro superficial desde el parque, quiso que fuéramos hasta Caño Amarillo para hacer el recorrido superficial del tren. Terminamos yendo hasta Propatria para llegar al final de la línea y de allí volvimos agotados luego de cuatro kilómetros y medio de historia.
Fue un día maravilloso de paseo histórico, aprendiendo con Sofía y Pamela.
Cuatro kilómetros de historia
