Lo recuerdo bien. Fue el 2 de octubre de 1996, era martes. Ese día, a la 1 de la tarde, di mi primera clase de informática en el A522. Tenía 25 años y estaba muy nervioso. Las edades de mis estudiantes oscilaban entre los 19 y los 30 años. Aunque la mayoría era menor que yo (no por mucho), tuve en clase a un abogado ya graduado y a dos educadores en ciernes. El compromiso era grande y eso acrecentaba los nervios. Aún hoy conservo grandes amigos de ese grupo.
El Consejo de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB, dirigido por la Profesora Patricia Guzmán, había decidido apostar por Fernando Núñez Noda y por mi para asumir las secciones de Informática de aquel año 1996-1997. Por varios años consecutivos, las clases de Informática habían devenido en conflictos porque tradicionalmente eran dictadas por ingenieros y el marco de referencia entre estudiantes y profesores no solía ser muy compatible.
Era una apuesta riesgosa. Estaban contratando a dos comunicadores sociales para dictar un programa que, a todas luces, parecía que debía ser dictado por un experto en computación o en sistemas. Afortunadamente funcionó.
Eran otros tiempos. En aquellos días la clase era con pizarrón y tiza. La UCAB contaba con pocos salones de computadora, administrados por lo que entonces llamábamos el CAI, siglas para el Centro para la Aplicación de la Informática. Solo algunas sesiones se hacían en el salón A542, que contaba con 30 máquinas, lo cual implicaba dar clases prácticas sólo a la mitad del curso en cada sesión.
Recuerdo que aquel primer día pregunté “¿cuántos tienen computadora en casa?” Menos del 10 % levantó la mano. Para la mayoría, enfrentarse a la computadora era un proceso novedoso e incluso mágico. Apenas se comenzaba a masificar la revolución digital que vaticinaba Nicholas Negroponte un año antes en su libro Ser Digital, el cual se convirtió en la biblia de la clase por mucho tiempo. Ya lo desincorporé. Más recientemente usaba a Scollari, quien en su maravilloso libro Hipermediaciones cita a Negroponte en aspectos importantes y desarrolla toda una visión teórica de la comunicación digital. No obstante sigo convencido de que, aún hoy, Ser Digital es la mejor explicación escrita sobre lo que es la información en unos y ceros.
Con los años tuve la oportunidad de participar en el proceso de reforma curricular que se vivió en 1999. Fui el redactor principal de los nuevos programas de Informática. De aquellos contenidos sobre hardware y software, pasamos a herramientas aplicadas a las tareas cotidianas de los comunicadores sociales. Incorporamos herramientas gráficas, de postproducción audiovisual, de gestión de proyectos y de desarrollo web y multimedia. Las horas de clase se duplicaron y se incluyeron dos informáticas, con lo cual el tiempo de un año se mantuvo, pero con el doble de contenido. Además, para ese momento, el CAI había ampliado considerablemente la infraestructura informática de la universidad.
También recuerdo con especial cariño a aquellos estudiantes del primer grupo del nuevo plan de estudios semestral. El nivel de exigencia fue muy alto y ellos dieron la talla. Fernando y yo nos sentíamos felices de poder dictar de manera oficial el contenido que considerábamos necesario. Además, La universidad asumió y oficializó las necesidades de tener grupos de no más de 30 alumnos, contratar ayudantes de cátedra e invirtió en equipos con los softwares y hardwares adecuados para dictar la materia.
Con los años la Escuela de Comunicación fue creciendo. En sólo 10 años la población estudiantil se duplicó, con lo cual también creció el plantel docente. Nuevos compañeros se incorporaron a la cátedra; algunos con una visión más tecnológica y otros con una visión más mediática, pero todos con muchas ganas impartir destrezas necesarias para nuestros estudiantes, comunicadores sociales de la era digital.
La segunda década del siglo XXI trajo consigo una nueva y necesaria reforma curricular, la cual ha sido aprobada recientemente por el Consejo Universitario. El plan de estudios naciente trae consigo nuevas áreas de concentración para la profesionalización del comunicador, las cuales tendrán una duración de un año. Cada estudiante deberá cursar dos. El contenido del 99% de las asignaturas es teórico-práctico y el plan completo está orientado hacia obtención de competencias en lugar de la transmisión de contenidos. En verdad me parece una propuesta maravillosa. En lo personal (laboral), lo que más me afecta es la desaparición de las informáticas.
Ya lo sabía desde hace más de un año. Si hay algo que ha caracterizado el desarrollo de este nuevo plan de estudios ha sido el proceso de consultas. Cuando lo supe, me acerqué a la comisión y pregunté las razones. La respuesta que recibí no me pareció equivocada. El argumento fue que los contenidos de las informáticas debían ser asumidos por otras materias.
Esto no me parece descabellado. Los profesores de Informática asumíamos una serie de contenidos multidisciplinarios que en realidad debían formar parte del contenido de otras cátedras. El uso de software de edición fotográfica e ilustración debía formar parte de Artes Gráficas y fotografía. La edición de audio y video de Artes Audiovisuales, Videografía y Radio. Los diagramas Pert o de Gantt tendrían que haberse manejado en Gerencia de Proyectos, así como las hojas de cálculo y las bases de datos, que también debían ser manejadas en Metodología. El Word en Redacción y Metodología. Las presentaciones, en Comunicación Oral. El desarrollo web y multimedia, en Periodismo Interactivo y Realización Multimedia. Por último, las Redes Sociales, que habíamos metido de contrabando en Informática II, en Mercadeo, Redacción para los Medios y Periodismo.
Pero no era así por dos razones. La primera era que, en una era de cambios digitales, no todo el personal docente tenía las competencias tecnológicas necesarias para asumirlo, y la segunda, que el tiempo necesario para aprender un uso mínimo de estas tecnologías ¿robaba? espacio para dictar contenidos más formales de esas asignaturas.
Nuevamente es una apuesta arriesgada, pero sinceramente, el cambio me alegra. No obstante, en verdad espero que el plantel docente de la Escuela sepa entender la importancia de no dejar la tecnología de lado. Si hay profesores que aún no manejan la tecnología afín a sus asignaturas, es necesario que la Universidad le brinde la posibilidad de actualizarse por un lado, sin embargo, por el otro, así como ocurre con la formación por competencias, los profesores o corremos o nos encaramamos.
La situación me preocupa porque, partiendo de mi experiencia, si bien siempre había un grupo de estudiantes que manejaba las herramientas tecnológicas con soltura, este nunca fue mayoritario. De hecho, una situación anecdótica común en clase de Informática I era ver las caras de sorpresa de todos los estudiantes al descubrir que el programa Word tenía funciones para automatizar la presentación de sus trabajos y que podían generar una bibliografía de forma automática o una tabla de contenido que actualiza los números de página sin tener que escribir puntico, puntico, puntico, puntico, puntico, puntico.
En lo personal, en este momento me siento en riesgo. En riesgo porque de un solo plumazo perdí el 80% de mis horas de clase, lo cual me deja sólo con un 20 % de mis ingresos. En estos días donde venía ganando lo necesario para comprar 9 Kg. de manzanas cada quincena, pues es particularmente complicado.
Siento además un guayabo muy grande. Mañana me separo definitivamente de dos de mis materias que han sido mis compañeras por 19 años, desde el primer día que di una clase formal. Eso pesa como un divorcio. Genera duelo y dolor. Las Informáticas las escribí yo.
Haré todo lo posible por incorporarme a nuevas asignaturas. Dado mi perfil profesional, eso no me preocupa. Además, cómo una vez le dije a mi hija, la informática en mis clases es un pretexto. Mientras pueda compartir con los estudiantes y transmitir algo, todo estará bien. Por ahora, el problema es que me veo más reflejado en las menciones que en el ciclo básico. En todo caso, trataré de mantenerme en espacios desde donde pueda brindar apoyo tecnológico tanto a los estudiantes como a los profesores.
Dado que se cierra un ciclo, no quisiera terminar este texto sin de dar gracias a muchas personas (de antemano pido disculpas a los que olvide). A la Profesora Patricia Guzmán y a los miembros de su Consejo de Escuela por darme la primera oportunidad, especialmente a Max Römer y a Caroline de Oteyza. A Maruja, que oportunamente me entregó mi llave cada clase desde el primer día hasta que tristemente se nos fue el año pasado. A Ángelo Chirico, José Gregorio García, Jesús Couto, Evangelos Hatgiconstantis, Claudia Martín, Carolina Marturet y María Esperanza Luis por TODO el apoyo prestado desde el CAI y el DTI.
A la Profesora Tiziana Polesel por su apoyo y por siempre tener la puerta abierta a cualquier consulta y al Profesor Pedro Navarro por su apoyo con las herramientas pedagógicas. A todos mis compañeros de cátedra en estos 19 años por todo lo vivido. A Marcelino Ortiz, porque el profesor que no le dé las gracias es que no quiere a su mamá.
Lo más importante… A todos los estudiantes de las más de 50 secciones de informática dictadas en estos 19 años, especialmente a aquellos que fueron críticos y rebeldes. Ustedes me han forjado. Me han enseñado mucho más de lo que yo les haya enseñado a ustedes.
También quisiera dar gracias infinitas a los más de 30 preparadores que me han acompañado en el aula a lo largo de todo este tiempo. Particularmente, aquellos que me acompañaron los últimos dos semestres a pesar de que, desde hace un año por problemas financieros de la Universidad, se eliminó la partida para pagar a los ayudantes de cátedra de Informática. No me atrevo a mencionarlos a todos porque seguramente omitiría alguno. Mi mayor alegría es que entre ellos, hoy hay profesores de informática y de otras materias.
Gracias a todos,
Nos vemos en el laboratorio.