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Yo soy de siempre y soy de todas partes

Haciendo más pesquisas sobre mi genealogía, me he topado con algunos datos fascinantes.

Como había comentado en algún post anterior, los mormones tienen un sitio web maravilloso para la investigación genealógica. Se llama Family Search. Allí han puesto de manera pública las copias de muchísimos registros civiles y eclesiásticos del mundo y, además de ello, el sitio permite crear tu propio árbol genealógico e ir anexando a cada persona que vayas ubicando los documentos pertinentes entre esa enorme colección que tienen. De esta manera, uno va desarrollando su árbol, en sentido ascendente y, mientras va descubriendo documentos, va encontrando pistas de otros ancestros.

El proceso es colaborativo, es decir, en el mundo puede haber múltiples personas investigando una misma familia. De esta manera, a veces ocurre que uno descubre una pista que, al anexarla al árbol, abre toda una rama nueva que fue generada por alguien más que está investigando sus ancestros o que simplemente ha ido generando vínculos entre documentos y personas.

Gracias a las investigaciones de mi papá, hechas con papel y lápiz, yendo a los registros y a las iglesias durante los años 60 del siglo pasado, teníamos su linaje materno hasta el primer Tortolero que llegó a Venezuela: el Capitán Salvador Tortolero, oriundo de Sevilla, quien llegó a tierras venezolanas en algún momento del siglo XVII. Todo apunta a que ingresó por Puerto Cabello y se asentó inicialmente en Nirgua, en lo que es hoy el Edo. Yaracuy. Desde allí participó en la fundación de Montalbán, (en lo que hoy es Carabobo), se casó con Rosa María Infante de Lara y su descendencia se fue regando por las poblaciones fronterizas entre Carabobo y Yaracuy desde Bejuma hasta Nirgua. En cualquiera de esos pueblos, hoy uno encuentra personas con el apellido Tortolero y todos somos familia porque, además, por temas de tenencia de la tierra, era muy común que se casaran entre parientes.

Un buen día, papá me entregó los productos de su investigación, hecha con su tío, Teófilo Tortolero Rosillo, un árbol genealógico hecho en una cartulina grande y arrugada por los años. En ella se apreciaba todo su linaje hasta el Capitán Salvador. Para ponerlo de una manera comprensible, el Capitán fue el tatarabuelo del tatarabuelo de mi papá. Pero también fue el tatarabuelo de su bisabuelo, ya que en algún momento hubo un matrimonio de un tío con una sobrina. El hecho es que yo formo parte de la novena y la décima generación del Capitán.

El árbol materno de mi papá hasta el Capitán Salvador Tortolero

Con ese documento en mano, fui creando o consiguiendo las personas dentro del árbol de Family Search. De esta manera, fui desarrollando mi linaje hasta el Capitán Salvador.

Un primo de mi papá, Alfredo Burgos, al enterarse por un post en Facebook que estaba haciendo investigación genealógica, me contactó y me pasó los datos de su propia investigación. En este caso, Alfredo había llegado hasta el primer Severo Burgos, quien presumimos que fue el primer Burgos de nuestro linaje en llegar a Venezuela. Ese Severo fue el tatarabuelo de mi papá, es decir, que yo formo parte de su 6ta generación.

El árbol paterno de mi papá hasta el primer Severo Burgos
Esos dos eran los caminos más lejanos que tenía recorridos en las ramas de mi genealogía. Ambos por el lado de mi padre.

Por el lado materno, ya había identificado los nombres de mis ocho tatarabuelos, siendo el caso más fascinante el de mi tatarabuelo chino, Vicente Delgado, cuyo nombre original, según la transmisión oral, fue Chang Fa (siendo Chang su apellido). Él llegó de China a Perú en el siglo XIX, como mano de obra barata para trabajar como bracero en una hacienda del norte de ese país.

Con la ayuda de Pamela, mi esposa, esta semana dimos con varios descubrimientos fascinantes en Family Search. Entre los ancestros paternos de mi padre, ya tenía en el árbol a su bisabuelo, Eutimio Correa Pinto (mi tatarabuelo). En Family Search nos apareció un mensaje indicando que había otros Eutimio Correa de la misma época y con esposas con el mismo nombre (Juana Jiménez Sánchez) por lo que era posible que fuesen registros duplicados. Procedimos a verificar y en efecto se trataba de la misma persona: Eutimio Correa Pinto, nacido en Montalbán, Carabobo, en 1860, por lo que procedimos a unir los registros para que hubiese uno solo. Mi Eutimio era el punto más alto de esa rama de mi árbol a cinco generaciones de mí. Al unirlo con los otros dos… ¡Sorpresa! Aparecieron en mi árbol personas 13 generaciones por encima de mí, con una cantidad de información increíble…

Generaciones ancestrales de Eutimio Correa Pinto
Entre otras cosas, descubrí que mis ancestros formaron parte del grupo que fundó la ciudad de San Agustín, en la península de La Florida, hoy conocida como Saint Augustine. Se trata de la primera ciudad fundada por europeos en el territorio de lo que hoy es Estados Unidos. La ciudad en cuestión la fundaron los españoles en 1565, eso es 20 años antes de que se estableciera en la isla de Roanoke el primer asentamiento británico en Carolina del Norte, y 55 años antes de que llegaran los primeros peregrinos a Massachussets.

Juan Ponce de León, en sus expediciones de 1513, había avistado la zona que luego se llamaría San Agustín. Cuenta la leyenda que Ponce buscaba la fuente de la eterna juventud, un supuesto río mágico que rejuvenecía al que bebiera de sus aguas. Cincuenta y dos años después, en 1565, Pedro Menéndez de Avilés llegaría con 600 personas en varios barcos, contando con soldados y artesanos y así fundaría San Agustín, ciudad española que luego de ser británica (1763), española nuevamente (1783), de los Estados Unidos (1821) y de la Confederación de los Estados del Sur durante la guerra de secesión (1861-1865), finalmente pasó a formar parte de los Estados Unidos de América nuevamente en 1865, justo 300 años después de su fundación.

Después de agregar esta rama, Juan Mercado es el ancestro más antiguo que aparece en mi árbol. Él es el tatarabuelo del tatarabuelo de mi tatarabuelo, Eutimio Correa. Su nacimiento está datado en San Agustín en 1586, 21 años después de la fundación de la ciudad. Investigando un poco en internet, conseguí que justo ese año llegó el corsario británico Francis Drake, quien saqueó e incendió lo que en ese momento aún sería un pueblo. Posteriormente, hubo ataques de otros bucaneros ingleses. De hecho, el ataque de John Davis en 1668 motivó la construcción de un fuerte de piedra, al estilo del de Cartagena o el de San Juan, para defender mejor la ciudad. Dicho fuerte es el Fuerte de San Marcos y permanece hoy allí como testimonio de la presencia Española en ese lugar.

Castillo de San Marcos, San Agustín, FL. Matthew Dillon

Hasta 1665, cuatro generaciones de mis ancestros nacieron en la península de La Florida. El tataranieto de Juan Mercado, Bernardino Pinto Silva, nació en Nirgua, Venezuela, cerca de 1704. ¿Qué motivó la salida de sus padres de San Agustín?, es una investigación por hacer, pero tengo dos teorías al respecto. La primera, 100 años fueron suficientes para demostrar que ningún río de la Florida era una fuente de la eterna juventud, sin embargo, sí fue tiempo suficiente para que los navegantes coincidieran en La Habana o en Santo Domingo y escucharan historias sobre El Dorado, sobre personas que se vestían con oro, o sobre tierras inmensamente fértiles con la posibilidad de producir muchísimos alimentos. La segunda, la beligerancia continua entre el Reino Unido, Francia y España generaba una situación de permanente riesgo para mis ancestros agustinianos y tal vez cansados de los conflictos, decidieron ir más al sur buscando tranquilidad. Viendo que el ataque del pirata John Davis coincide con estos tiempos, tal vez sea una mezcla de ambas cosas.

Desde 1586, hasta 1665 mis ancestros marcados en rojo y en amarillo nacieron en La Florida
El hecho es que, viendo el árbol, puedo observar cómo tengo tíos muy lejanos que permanecieron en San Agustín en tiempos posteriores a la salida de mis ancestros directos. De hecho, es interesante ver cómo los nombres de pila de sus descendientes van cambiando en el tiempo pasando de la tradición española a la anglosajona. Así, los descendientes de Juan, María, Antonio o Margarita, a mediados del siglo XIX ya tenían nombres como John, Jacob, Josephine o Francis, manteniéndose en La Florida hasta el siglo XX y luego subiendo más al norte, a Virginia, Maryland, Delaware o Nueva York.

Por otro lado, la conexión de mi tatarabuelo Eutimio me permitió descubrir a otro bisabuelo de su tatarabuelo y a su esposa, llamados Balthasar Pinto y María Rodrigues Gomes, que sí, por los apellidos se ve, nacieron en Portugal. Específicamente en la ciudad de Porto hacia los años 20 del siglo XVII. El hecho es que esta pareja fue a dar al Nuevo Mundo, específicamente a la península de La Florida, junto con su hijo Manuel, y este se casó con una dama de San Agustín llamada Johanna de Uriza.

Otros investigadores que han estado analizando a la familia Tortolero, han asentado también datos de Rosa María Infante de Lara, la esposa del Capitán Salvador, indicando que su papá, Juan Bautista, era oriundo de Tenerife, que su abuelo materno, Bernardo, era Gaditano (de Cádiz) y que su bisabuelo, Gaspar, nació en Toledo, la tierra de Don Quijote de la Mancha, no mucho después de la publicación del libro, en el siglo XVII.

Otro dato interesante que no es de extrañar. ¿Recuerdan a Bernardino Pinto Silva, el primero de los ancestros de la rama de San Agustín que nació en Venezuela? Pues él se casó con Catalina Tortolero Infante, hija del Capitan Salvador Tortolero. De esta manera, los Burgos y los Tortolero resultaron ser primos. El papá de mi tatarabuelo Eutimio, es tataranieto del Capitán. Para poner esto más claro, entre los 10 hijos que tengo documentados del Capitán Salvador y su esposa Rosa María Infante de Lara, una, Catalina, se casó con Bernardino Pinto y dio origen a una rama de la familia que llega a mi abuelo paterno, Leopoldo, y otro, José Prudencio, hermano de Catalina, da origen a una rama de la familia que llega a mi abuela paterna, Nestar. De esta manera, mis abuelos, Nestar y Leopoldo, son primos sextos.

Sin menospreciar a Gabriel García Márquez, cuando uno ve mi árbol genealógico entiende de dónde salió la genealogía de los Buendía. Supongo que es muy común ver estas cosas en América Latina.

Luego de estos descubrimientos, hoy, más que nunca, me siento de este tiempo y de todos los tiempos. Soy venezolano, tengo sangre Mochica, civilización que surgió en las costas del norte del Perú, tengo ascendencia ibérica, provengo de Asia y también provengo de África. Soy una mezcla infinita de migrantes que como yo hoy, alguna vez viajaron. Algunos viajaron cerca y otros muy lejos. A algunos los obligaron con grillos y fuetes, otros lo hicieron libremente, en busca de un mejor lugar para ellos y para su descendencia. Tengo ancestros esclavos, ancestros conquistadores, ancestros que dominaron las estrellas y que erigieron ciudades sin conocer la rueda. Algunos humillaron y otros fueron humillados, pero cada uno de ellos fue necesario para que yo tuviera una cultura, un idioma, una identidad, para que una música resonara dentro de mí.

Tengo ancestros de Pekín, de Chiclayo, del Norte de América, de Toledo, de Cádiz, de Oporto, de Tenerife, de Sevilla, de algún rincón de Guinea o Senegal, de Nirgua, de Montalbán, de El Tocuyo, de Valencia y del puerto del Callao. Cada uno de ellos fue necesario para que yo estuviera aquí hoy, de vuelta en el Norte de América, la tierra que un día mis ancestros vieron desde el Atlántico en un frágil buque de velas, la tierra que miles de años antes fue pisada por otros ancestros que venían de Asia con rumbo al sur poblando Las Américas desde el Estrecho de Bering, la tierra a la que llegó algún tío abuelo lejano al que arrancaron de su hogar en el África occidental para obligarlo a recoger algodón y tabaco.

¡Yo soy Osvaldo, y soy ciudadano del mundo!

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